en su arte, se debe perdonar.
-Así es verdad -dijo el cura-, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.
-Es -dijo el barbero- las Sergas de Esplandián, hijo legítimo de Amadís de Gaula.
-Pues, en verdad -dijo el cura- que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama: abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.
Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.
-Adelante -dijo el cura.
-Este que viene -dijo el barbero- es Amadís de Grecia; y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís.
-Pues vayan todos al corral -dijo el cura-; que, a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante.
-De ese parecer soy yo -dijo el barbero.
-Y aun yo -añadió la sobrina.
-Pues así es -dijo el ama-, vengan, y al corral con ellos.
Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la ventana abajo.
-¿Quién es ese tonel?1 -dijo el cura.
-Éste es -respondió el barbero- Don Olivante de Laura.
-El autor de ese libro -dijo el cura- fue el mesmo que compuso a Jardín de flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo sé decir que éste irá al corral por disparatado y arrogante.
-Éste que se sigue es Florimorte de Hircania -dijo el barbero.
-¿Ahí está el señor Florimorte?