y casi todos los versos mayores, y quédesele en hora buena la prosa, y la honra de ser primero en semejantes libros.
-Éste que se sigue -dijo el barbero- es La Diana llamada segunda del Salmantino; y éste, otro que tiene el mesmo nombre, cuyo autor es Gil Polo.
-Pues la del Salmantino -respondió el cura-, acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mesmo Apolo; y pase adelante, señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde.
-Este libro es -dijo el barbero, abriendo otro- Los diez libros de Fortuna de Amor, compuestos por Antonio de Lofraso, poeta sardo.
-Por las órdenes que recebí -dijo el cura-, que, desde que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan gracioso ni tan disparatado libro como ése no se ha compuesto, y que, por su camino, es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo; y el que no le ha leído puede hacer cuenta1 que no ha leído jamás cosa de gusto. Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia.
Púsole aparte con grandísimo gusto, y el barbero prosiguió diciendo:
-Estos que se siguen son El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos.
-Pues no hay más que hacer -dijo el cura-, sino entregarlos al brazo seglar del ama; y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar.
-Este que viene es El Pastor de Fílida.
-No es ése pastor -dijo el cura-, sino muy discreto cortesano; guárdese como joya preciosa.
-Este grande que aquí viene se intitula -dijo el barbero- Tesoro de varias poesías.
-Como ellas no fueran2 tantas -dijo el cura-, fueran3 más estimadas;