esa figura -dijo Sancho-, sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced descubra la suya y dé rostro a los que le miraren; que, sin más ni más, y sin otra imagen ni escudo, le llamarán el de la Triste Figura; y créame que le digo verdad, porque le prometo a vuestra merced, señor, y esto sea dicho en burlas, que le hace tan mala cara la hambre1 y la falta de las muelas, que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien escusar la triste pintura.
Rióse don Quijote del donaire de Sancho, pero, con todo, propuso de llamarse de aquel nombre en pudiendo pintar su escudo, o rodela, como había imaginado.
En esto volvió el bachiller y le dijo a don Quijote:
-Olvidábaseme de decir que advierta vuestra merced que queda descomulgado2 por haber puesto las manos violentamente en cosa sagrada: juxta illud: Si quis suadente diabolo, etc.
-No entiendo ese latín -respondió don Quijote-, mas yo sé bien que no puse las manos, sino este lanzón; cuanto más, que yo no pensé que ofendía a sacerdotes ni a cosas de la Iglesia, a quien respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy, sino a fantasmas y a vestiglos3 del otro mundo; y, cuando eso así fuese, en la memoria tengo lo que le pasó al Cid Ruy Díaz, cuando quebró la silla del embajador de aquel rey delante de Su Santidad del Papa, por lo cual lo descomulgó, y anduvo aquel día el buen Rodrigo de Vivar como muy honrado y valiente caballero.
En oyendo esto el bachiller, se fue, como queda dicho, sin replicarle palabra. Quisiera don Quijote mirar si el cuerpo que venía en la litera4 eran huesos o no, pero no lo consintió Sancho, diciéndole:
-Señor, vuestra merced ha acabado esta peligrosa aventura lo más