do ya casi pasadas tres horas de la noche, yendo con la vela tendida de alto baja1, frenillados2 los remos, porque el próspero viento nos quitaba del trabajo de haberlos menester, con la luz de la luna, que claramente resplandecía, vimos cerca de nosotros un bajel3 redondo4, que, con todas las velas tendidas, llevando un poco a orza5 el timón, delante de nosotros atravesaba; y esto tan cerca, que nos fue forzoso amainar por no embestirle, y ellos, asimesmo, hicieron fuerza de timón para darnos lugar que pasásemos.
»Habíanse puesto a bordo del bajel6 a preguntarnos quién éramos, y adónde navegábamos, y de dónde veníamos; pero, por preguntarnos esto en lengua francesa, dijo nuestro renegado: ''Ninguno responda; porque éstos, sin duda, son cosarios franceses, que hacen a toda ropa7''. Por este advertimiento, ninguno respondió palabra; y, habiendo pasado un poco delante, que ya el bajel8 quedaba sotavento9, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y, a lo que parecía, ambas venían con cadenas, porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en la mar; y al momento, disparando otra pieza, vino a dar la bala en mitad de nuestra barca, de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno; pero, como nosotros nos vimos ir a fondo, comenzamos todos a grandes voces a pedir socorro y a rogar a los del bajel10 que nos acogiesen, porque nos anegábamos11. Amainaron entonces, y, echando el esquife o barca a la mar, entraron en él hasta doce france