ojos, como de través, y dijo con otras mayores:
-¿Por dicha hásele olvidado a vuestra merced como yo no soy caballero, o quiere que acabe de vomitar las entrañas que me quedaron de anoche? Guárdese su licor con todos los diablos y déjeme a mí.
Y el acabar de decir esto y el comenzar a beber todo fue uno1; mas, como al primer trago vio que era agua, no quiso pasar adelante, y rogó a Maritornes que se le trujese de vino, y así lo hizo ella de muy buena voluntad, y lo pagó de su mesmo dinero; porque, en efecto, se dice della que, aunque estaba en aquel trato, tenía unas sombras y lejos2 de cristiana.
Así como bebió Sancho, dio de los carcaños3 a su asno, y, abriéndole4 la puerta de la venta de par en par5, se salió della, muy contento de no haber pagado nada y de haber salido6 con su intención, aunque había sido a costa de sus acostumbrados fiadores, que eran sus espaldas7. Verdad es que el ventero se quedó con sus alforjas en pago de lo que se le debía; mas Sancho no las echó menos, según salió turbado8. Quiso el ventero atrancar bien la puerta así como le vio fuera, mas no lo consintieron los manteadores9, que eran gente que, aunque don Quijote fuera verdaderamente de los caballeros andantes de la Tabla Redonda, no le estimaran en dos ardites10.
Capítulo XVIII. Donde se cuentan las razones que pasó Sancho Panza con su señor Don Quijote, con otras aventuras dignas de ser contadas