co que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros dél, sino que temían que se les había de huir.
-¿Qué delitos puede tener -dijo don Quijote-, si no han merecido más pena que echalle a las galeras?
-Va por diez años -replicó la guarda-, que es como muerte cevil1. No se quiera saber más, sino que este buen hombre es el famoso Ginés de Pasamonte2, que por otro nombre llaman Ginesillo de Parapilla.
-Señor comisario -dijo entonces el galeote-, váyase poco a poco3, y no andemos ahora a deslindar4 nombres y sobrenombres. Ginés me llamo y no Ginesillo, y Pasamonte es mi alcurnia, y no Parapilla, como voacé5 dice; y cada uno se dé una vuelta a la redonda, y no hará poco.
-Hable con menos tono -replicó el comisario-, señor ladrón de más de la marca6, si no quiere que le haga callar, mal que le pese.
-Bien parece7 -respondió el galeote- que va el hombre8 como Dios es servido9, pero algún día sabrá10 alguno si me llamo Ginesillo de Parapilla o no. -Pues, ¿no te llaman ansí, embustero? -dijo la guarda.
-Sí llaman -respondió Ginés-, mas yo haré que no me lo llamen, o me las pelaría11 donde yo digo entre mis dientes. Señor caballero, si tiene algo que darnos, dénoslo ya, y vaya con Dios, que ya enfada con tanto querer saber vidas ajenas; y si la mía quiere saber, sepa que yo soy Ginés de Pasamonte, cuya vida está escrita por estos pulgares.
-Dice verdad -dijo el comisario-: que él mesmo ha escrito su historia, que no hay más, y deja empeñado el libro en la cárcel en docientos reales. -Y le pienso quitar -dijo Ginés-, si quedara en docientos ducados. -¿Tan bueno es? -dijo don Quijote.
-Es tan bueno -respondió Ginés- que mal año para Lazarillo de Tormes y para todos cuantos de